Como preámbulo de la fiesta de la Santa Cruz el próximo 3 de Mayo, desde la cofradía vamos a celebrar un triduo, tres días para acompañar, pensar y meditar sobre la cruz, en honor al Santo Cristo de la Misericordia.
Dicho triduo lo enfocaremos desde una triple perspectiva, la Cruz en el arte, la Cruz en la liturgia y la Cruz en la vida.
Hoy día 1 os dejamos la primera Reflexión De la Cruz en el ámbito del arte;

El Bendicional, recogiendo la secular tradición de la Iglesia, afirma que “entre las sagradas imágenes, ocupa el primer lugar la representación de la valiosa y edificante cruz, ya que es el símbolo de todo el Misterio Pascual… La santa cruz representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, y también, como enseñaron los santos Padres, anuncia su segunda y gloriosa venida” (nº 1066).
Durante los primeros siglos de la vida de la Iglesia, la representación de la cruz fue evitada fundamentalmente por la repugnancia que inspiraba la veneración de tal instrumento de suplicio y por la necesaria ocultación de aquellos signos pudiesen revelar la fe profesada en tiempos de persecución. Pero a partir del siglo IV, el madero se convirtió en símbolo de la salvación, y comenzó a ser representado en los sarcófagos y en las imágenes del “trono vacío” o hetimasía. Finalmente, a partir del siglo V se representó a Cristo crucificado, que desde entonces ha constituido el tema principal de la iconografía cristiana.
Los cristianos, conscientes de que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo derramada en la cruz, la reproducimos artísticamente como testimonio de nuestra fe y signo del amor que Dios tiene a todos los hombres. Así, la vemos en los caminos y en los cruceros de las plazas, encabezando las marchas procesionales, ocupando un lugar preeminente como insignia litúrgica, presidiendo diferentes ámbitos domésticos y públicos, etc.

Oración:
Traemos a la memoria, Señor, la figura de la cruz gloriosa
en la que entregaste tu vida por amor a los hombres,
rescatándonos del pecado y de la muerte.
Te pedimos que su representación no sea un bello adorno,
sino que su presencia en nuestra vida cotidiana nos recuerde
tu amor apasionado por nosotros.
Que las cruces que penden de nuestros cuellos, acompañan a los enfermos en los hospitales, presiden las aulas o tienen un puesto de honor en nuestras casas sean expresión verdadera de nuestra fe, nos recuerden que tú eres el médico del cuerpo y del alma, el maestro que nos ilumina y nos instruye internamente, y centro y fundamento de nuestra existencia redimida por ti.
Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos. Amén.

JOSÉ ÁNGEL RIVERA DE LAS HERAS
Sacerdote y experto en arte religioso
📸Cesar Zamarreño