Corona Dolorosa

Sacerdote:
Hermanos y hermanas damos comienzo a este acto de profunda piedad al procesionar acompañando las imágenes de nuestro Salvador y de la Santísima Virgen María, que el recorrido se convierta en oración y testimonio público de nuestra fe. Y que el silencio nos ayude a acercarnos con el corazón y a comprometernos con tantas angustias como asolan a la humanidad.
Oremos.
Dios todopoderoso, que otorgas tu misericordia a los que te aman y en ningún lugar estás lejos de los que te buscan, bendice a estos cofrades, que inician esta piadosa procesión en honor de tu Hijo, muerto y resucitado y de su Madre dolorosa, nuestra Madre y conduce sus vidas según tu voluntad.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios…
Procedamos en paz, en el nombre del Señor.

 

CORONA EN HONOR DE NUESTRA MADRE DE LAS ANGUSTIAS MISTERIOS DOLOROSOS DE NUESTRA SEÑORA

El rezo de la corona se inicia con un breve canto.
La contemplación y el rezo de la corona dolorosa puede hacerse de forma dialogada, entre el sacerdote y dos lectores.

Sacerdote:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El Señor Jesús, muerto en la cruz por nuestros pecados y resucitado para salvarnos, este con vosotros.
Oremos.
Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que tu Iglesia, asociándose con María a la Pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. PNSJ.

Primer dolor: La Profecía de Simeón
Primer lector:
Simeón los bendijo y dijo a María su madre: -Mira, este niño va ser motivo de que muchos caigan y se levanten en Israel. Será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intenciones de muchos corazones (Le 2,34-35).

Segundo lector:
¿Qué se te ocurrió Madre en esos momentos?.. ¿Qué pensamientos embargaban tu corazón?.. Te abrazaste a tu Hijo… Serás tú, la Madre dolorosa, la que ayudarás con tu testimonio y con tu vida a que muchas madres vivan su sufrimiento en la fe y acepten el dolor de sus hijos, en su propio corazón.

Dios te salve María.

Segundo dolor: La huída a Egipto
Primer lector:
Cuando se marcharon los magos el Ángel del Señor se apreció en sueños a José y le dijo: -Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo (Mt2, 13).

Segundo lector:

María y José y el Niño, la Sagrada Familia, huye porque son perseguidos e inauguran el camino que recorrerán muchos cristianos, perseguidos por su fe, por tener a Cristo, por ser fieles a Dios.
Dios te salve María.

Tercer dolor: El Niño perdido en el templo
Primer lector:
Al cabo de tres día encontraron al niño en el templo sentado entre los doctores… Al verlo se quedaron perplejos y su madre dijo: -Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? (Le 2, 46a. 48-49).

Segundo lector:
Al volver a Nazaret, María pensó que estaba con José y José con María. No estaba con ninguno de los dos. Se dieron cuenta de que habían perdido a Jesús. Este es uno de los grades sufrimientos de los pobres de verdad. Si nos quitan a Jesús ¿qué nos queda?

Dios te salve María.

Cuarto Dolor: Jesús camino del Calvario encuentra a su Madre
Primer lector:
Cuando se lo llevaron para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él (Le 23,26-27).

Segundo lector:
Sí, allí estaba ella. Se miraron los dos. La Virgen no deja ni un solo instante de unirse al dolor de su hijo con la mirada. Cristo agradecía el gesto de su Madre y le decía con la mirada que estuviese presente en todos los caminos de la cruz, que recorre el hombre.
Dios te salve María.

Quinto dolor: Cristo confía a su Madre al discípulo amado
Primer lector:
Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo a quien tanto amaba, dijo a su Madre: -Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: ­Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió como suya (Jn 19,26-27).

Segundo lector:
Juan acoge a María en su casa. La acoge como entre lo más preciado de lo que tiene. Ya no se puede ser cristiano sin ser de María. Siempre podremos contar con ella cuando caminemos por las noches oscuras de la vida.
Dios te salve María.

Sexto dolor: Maria recibe en su regazo el Cuerpo de su Hijo
Primer lector:
Los magos después de oír a Herodes, se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en oriente los guió y se paró hasta donde estaba el Niño… Entraron en la casa vieron al niño en los brazos de su Madre y lo adoraron postrados en tierra (Mt 2,9.11).

Segundo lector:
Ahora no es como en Belén cuando te lo comías a besos, porque era un Niño precioso. Ahora está muerto en tu regazo. Es la consecuencia del pecado del mundo. Maria tiene el cadáver de su Hijo en brazos y vive ya la esperanza cierta de que resucitará. Piensa en tantas madres que ven a sus hijos muertos, por el pecado, la droga, la desesperación.

Dios te salve María.

Séptimo dolor: Jesús es depositado en el sepulcro
Primer lector:
Al caer la tarde llegó un hombre rico, llamado José, natural de Arimatea, que también se había hecho discípulo de Jesús… Tomó el cuerpo lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca. Rodó una piedra grande a la puerta del sepulcro y se fue (Mt 27,57.59-60).
Segundo lector:
María no fue al sepulcro ¿para qué?.. Ella estaba convencida de que su Hijo resucitaría. Lo sabía porque sabía que era el Hijo de Dios y le llamaba hijo. Lo sabía porque los pobres tienen un «no sé qué» que les hace saber por intuición que cuando más oscuridad exista, más hermosa será la luz.

Dios te salve María.

Sacerdote:
Oremos.

Padre santo, que en el camino de la Iglesia, peregrina en la tierra, has puesto como signo luminoso a la Virgen Madre, por su intercesión sostén nuestra fe, y reaviva nuestra esperanza, y así ningún obstáculo nos desvíe del camino de tu Hijo que nos ha traído la salvación. PJNS.
Sacerdote:
Concluyamos nuestra oración, con un gesto de adoración a Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, con la ofrenda del incienso.
Que las volutas de incienso, quemadas en honor de su Cuerpo en la cruz o en el regazo de su Madre, se vean acompañadas de nuestro compromiso de vivir como discípulos suyos, siempre dispuestos a aliviar y atender las angustias de tantos hombres y mujeres, ancianos, jóvenes, niños nacidos o en gestación, víctimas de tantas formas de sufrimiento.
Sacerdote:
Oremos.

Dios todopoderoso, cuyo Hijo descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos estos fieles los dones de la fe y de una vida santa, imitando la fidelidad y la compasión de la Madre de tu Hijo, nuestra Madre. Por Jesucristo, nuestro Señor.